Título: Sed | Autores: Neal y Jarrod Shusterman | Traducción: Pilar Ramírez Tello | Editorial: Nocturna | Precio: 16'50€ |
La historia arranca cuando, al intentar llenar de agua el cuenco de Kingston, el perro de la familia de Alyssa, no sale nada del grifo, más que unos ruidos extraños que hacen pensar en una posible avería. Pero no tardarán en descubrir cual es el auténtico motivo: Arizona y Nevada han cerrado el acceso al río Colorado y no abastecerán a California. Así es como comienza el periplo de Alyssa para conseguir agua, siendo su primera opción el supermercado, donde puede contemplar por primera vez como se comporta la gente en una situación semejante. Finalmente, acabará aceptando consejos de Kelton, su vecino survivalista que está bastante pillado de ella y así es como poco a poco parece que podrán ir tirando. Hasta que ocurre un accidente que hace que tengan que pensar en un plan b y alejarse de la comodidad de su hogar en busca de agua, un refugio y ayuda.
La narración se divide entre varias voces: tenemos a Alyssa, a Garrett, su hermano de 10 años, a Kelton, a Jacqui y Henry; aunque puntualmente algún que otro personaje secundario también tiene su parte. Cada uno tiene una situación muy diferente. Alyssa tiene una familia de lo más normal, que vive en negación durante los dos primeros días de la restricción de agua. Kelton es un experto en survivalismo, por suerte o por desgracia ya que su padre vive obsesionado con ello desde que tiene uso de razón. En su casa no faltan las provisiones y todo tipo de sistemas, desde trampas para los intrusos hasta una habitación del pánico, llena de botellas de agua, comida y armas. Jacqui y Henry aparecen más adelante en la novela, según el viaje de Alyssa y Kelton avanza, y son ambos dos personajes muy particulares, con un trasfondo elaborado para lo que tenemos que conocer de ellos dadas las circunstancias y que justifica totalmente su manera de ser.
La historia es tremendamente plausible a día de hoy, a pesar de suceder en un futuro cercano, debido al estado de sequía de California, en el cual incluso en la actualidad sufren restricciones de agua para evitar el despilfarro de la misma, aunque claro, ya se sabe, los campos de golf siguen verdes y todo eso... al margen de esto, imaginar esta situación en un lugar así (o incluso globalmente no sería tan descabellado puesto que bien es sabido que el agua es un bien escaso a nivel mundial) es escalofriante porque un lado de las aventuras de los protagonistas, que pueden ser más o menos plausibles, las cosas que se nos muestran son cosas que ya hemos podido ver con el coronavirus, salvando las distancias. El gobierno llamando a una calma que no es tal, gente desesperada asaltando los supermercados, soluciones que no parecen ser del todo efectivas e incluso la llegada de una nueva normalidad (cuando lo leí casi me cago) después de de esas semanas de descontrol absoluto.
Es también muy buena la narración de ambos autores, no solo por el ritmo y la construcción de personajes y el problema de la novela; si no por como consiguen que no puedas leer el libro separado de una botella de agua. Nunca había bebido tanta agua en un día, y eso que yo soy de las que no escasean con la misma (stay hydrated chicos, no lo olvidéis).
Si nos vamos al lado de la aventura que viven los protagonistas, las pasan verdaderamente canutas y no es de extrañar. Su objetivo es llegar a un refugio que cada vez parece más y más lejano, y el que parece el final es casi irremediable, hasta que sucede algo que evita que todo sea trágico. Y no lo llamaría deus ex machina para nada, ya que, a lo largo de la novela, se intercalan capítulos que son historias cortas que llevan un hilo conductor y no están simplemente para mostrarnos más visiones de la situación, si no que en el fondo tienen un pequeño hilo narrativo que hace que todo desemboque en la trama principal.
Sin embargo, a pesar de haber disfrutado enormemente de esta lectura y considerar que por una vez, algo de Neal Shusterman me ha gustado de verdad (quizás por ser una novela a cuatro manos, no lo sé) es que el final me ha parecido muy precipitado y... buenista, optimista en exceso, aunque si que se hace mención de las secuelas de una situación semejante. A pesar de ello, Sed entra de cabeza entre las mejores lecturas que he tenido este año 2020. No es una novedad reciente (ya sabemos que todo lo que lleve más de un año en el mercado, no es novedad) pero si por algún casual lo tenéis entre vuestras lecturas pendientes, creo que va siendo hora de que deje de tener ese status y le dais una oportunidad, y más con la crisis que estamos viviendo en estos momentos. Hay cosas que os harán resoplar y que os recordaran ligeramente a lo que vivimos, y eso puede que no sea algo que os apetezca, pero a mi encontrar estos paralelismos tan breves me hacía sonreír y pensar que, joder, este par de escritores debían tener una especie de bola de cristal mientras escribían. Aunque tengo que decir que me ha faltado una crisis del papel higiénico como dios manda, eh, que ahora sin agua si o si hay que limpiarse con algo...
Desvaríos a un lado, creo que está claro que Sed es una lectura que me ha gustado y que creo que se merece una buena oportunidad.
La narración se divide entre varias voces: tenemos a Alyssa, a Garrett, su hermano de 10 años, a Kelton, a Jacqui y Henry; aunque puntualmente algún que otro personaje secundario también tiene su parte. Cada uno tiene una situación muy diferente. Alyssa tiene una familia de lo más normal, que vive en negación durante los dos primeros días de la restricción de agua. Kelton es un experto en survivalismo, por suerte o por desgracia ya que su padre vive obsesionado con ello desde que tiene uso de razón. En su casa no faltan las provisiones y todo tipo de sistemas, desde trampas para los intrusos hasta una habitación del pánico, llena de botellas de agua, comida y armas. Jacqui y Henry aparecen más adelante en la novela, según el viaje de Alyssa y Kelton avanza, y son ambos dos personajes muy particulares, con un trasfondo elaborado para lo que tenemos que conocer de ellos dadas las circunstancias y que justifica totalmente su manera de ser.
Es también muy buena la narración de ambos autores, no solo por el ritmo y la construcción de personajes y el problema de la novela; si no por como consiguen que no puedas leer el libro separado de una botella de agua. Nunca había bebido tanta agua en un día, y eso que yo soy de las que no escasean con la misma (stay hydrated chicos, no lo olvidéis).
Si nos vamos al lado de la aventura que viven los protagonistas, las pasan verdaderamente canutas y no es de extrañar. Su objetivo es llegar a un refugio que cada vez parece más y más lejano, y el que parece el final es casi irremediable, hasta que sucede algo que evita que todo sea trágico. Y no lo llamaría deus ex machina para nada, ya que, a lo largo de la novela, se intercalan capítulos que son historias cortas que llevan un hilo conductor y no están simplemente para mostrarnos más visiones de la situación, si no que en el fondo tienen un pequeño hilo narrativo que hace que todo desemboque en la trama principal.
Sin embargo, a pesar de haber disfrutado enormemente de esta lectura y considerar que por una vez, algo de Neal Shusterman me ha gustado de verdad (quizás por ser una novela a cuatro manos, no lo sé) es que el final me ha parecido muy precipitado y... buenista, optimista en exceso, aunque si que se hace mención de las secuelas de una situación semejante. A pesar de ello, Sed entra de cabeza entre las mejores lecturas que he tenido este año 2020. No es una novedad reciente (ya sabemos que todo lo que lleve más de un año en el mercado, no es novedad) pero si por algún casual lo tenéis entre vuestras lecturas pendientes, creo que va siendo hora de que deje de tener ese status y le dais una oportunidad, y más con la crisis que estamos viviendo en estos momentos. Hay cosas que os harán resoplar y que os recordaran ligeramente a lo que vivimos, y eso puede que no sea algo que os apetezca, pero a mi encontrar estos paralelismos tan breves me hacía sonreír y pensar que, joder, este par de escritores debían tener una especie de bola de cristal mientras escribían. Aunque tengo que decir que me ha faltado una crisis del papel higiénico como dios manda, eh, que ahora sin agua si o si hay que limpiarse con algo...
Desvaríos a un lado, creo que está claro que Sed es una lectura que me ha gustado y que creo que se merece una buena oportunidad.
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