Título: Presas | Autora: Beatriz Esteban | Editorial: Nocturna | Precio: 16'00€ |
¿Cómo empezar a hablar de una novela como Presas? Llevo una semana intentando hacer esta reseña, pero por alguna razón, se me resiste. Como también se me resiste escribir una reseña de Seré Frágil, la primera novela de Beatriz Esteban, aunque quizás con esa tenga excusa, ya que lo leí hace ya un par de años y no lo tengo lo suficientemente fresco como para poder hablar de él. Pero lo haré, no os quepa duda de ello.
Presas es una historia dura, se puede adivinar leyendo la sinopsis que proporciona la editorial, pero introducirte en sus páginas es un trago mucho más duro que el que cualquiera pueda imaginarse antes de pasar la página de la portada.
¿Qué sabemos de la novela sin haberla leído? Que las protagonistas son mujeres encarceladas, que hay una chica que es voluntaria en la prisión y que el título del libro no es más que un doble sentido: Presas, si, porque están encarceladas, pero también porque son víctimas de depredadores de todo tipo, depredadores con piel de cordero, depredadores que deberían protegerlas.
Azahara tiene veintipocos años, está casada y tiene una hija. Es una chica, normal, o eso puede parecer si nos quedamos con esa descripción. Pero está criando a Beth, su hija, dentro del módulo de maternidad de la cárcel, y eso no la hace muy normal. Además, su marido es, hablando en plata, su maltratador. Aclarados este par de puntos es cuando podemos ver lo que separa la normalidad de la extrañeza de algo que no conocemos, una situación tan compleja para una chica tan joven que en principio parecía una más. Y en cierto modo, así es.
Leire por otra parte, es una voluntaria de la escuela de verano de la cárcel. Tiene sus cargas y le da pánico ir a la cárcel y tratar con los presos, pero lo hace. Porque Leire tiene sus cosas, puede parecer una chica dulce, frágil, que no ha roto un plato en su vida, pero... todos tenemos demonios. Así que allí va, con un grupo de voluntarios, cada día, a tratar con personas cuya diferencia con ella es mucho más pequeña de la que pueda parecer a simple vista. Porque no todo es blanco o negro, los grises existen, y siempre parece que en estos temas, nos olvidamos de ello.
Al final, entre ambas protagonistas se establece una relación de sororidad y de empatía que nos recuerda que a pesar de todo, ellos son personas, que la diferencia entre Azahara y Leire al final es que una esta dentro y la otra, fuera, que los delitos no se pueden perdonar por que si, pero que los derechos humanos son algo fundamental, incluso para los internos, porque siguen siendo humanos.
Si hay algo que puede que no me haya gustado, es el final, el clímax, todos los pasos que se dan en la novela son hacia esa situación explosiva, dramática. Y digo que no me ha gustado porque me parece que para llegar al desenlace de la novela no era necesaria una escena tan visceral, tan cinematográfica... no se si me explico. Tampoco es algo que me haya molestado, ni que me haya resultado muy fuera de lugar, pero me hubiera gustado algo más ¿orgánico, quizás? No se muy bien cómo hablar de ello sin destriparlo.
Presas es una lectura dura, no apta para todos los estómagos. Puede que si os gusta OITNB notéis similitudes, pero esto es simple: las cárceles son así. Puede que sea una obra de ficción basada en, pero lo que es innegable es que las prisiones (españolas en este caso) son lugares duros, dónde estás solo, dónde los funcionarios no son una ayuda, dónde eres un número, sin nombre, sin apenas derechos, dónde no se busca una reintegración en la sociedad, dónde la reincidencia es elevadísima, sitios en los que ocurren cosas que solo podemos concebir como parte de una novela de ficción o un guion de una serie de televisión. Tuve el placer de asistir a la presentación de la novela en Bilbao y las experiencias que nos contó la autora sobre su voluntariado en la cárcel de Picassent parecían sacadas de un culebrón malo. Pero las cosas son así y es importante que se sepa. La reinserción no es perdonar, es ayudar a una persona a volver a empezar, no es olvidar que ha hecho algo horrible (o quizás no, porque en las cárceles hay presos con distintos tipos de delitos que no pueden ser valorados igual), y todo ello queda reflejado en la historia. Presas es una historia ficticia, si, pero también es una denuncia a una situación totalmente deshumanizadora hacia personas que han cometido errores y que podrían tener una segunda oportunidad si el Estado diera las herramientas adecuadas, herramientas que incluyen desde un sistema de bienestar básico dentro de la prisión hasta la ayuda necesaria para que una vez fuera, puedan tener una vida y no opten por reincidir como salida a la precariedad.
Los personajes por otra parte están retratados de una manera clara, y se pueden ver las intenciones de la autora con cada uno de ellos. Azahara ha sido la que más cerca me ha llegado, el ciclo de la violencia se refleja perfectamente en ella y es muy fácil comprenderla si has estado ahí, y si no, la rabia de ver como son las cosas puede hacerte empatizar. No es sencillo entender una situación así desde fuera, incluso aunque la hayas vivido puedes caer en el "me lo estoy imaginando" y por mucho que pase el tiempo seguir creyendo que todo ha sido fruto de tu imaginación y que rompiendo el círculo estás siendo un monstruo que le quiere joder la vida al otro, que no se lo merece, que tanto te quiere, al que tanto has querido.
Leire por otra parte, es ese personaje que está ahí para recordarnos que todos la cagamos en algún momento u otro, y que debemos responsabilizarnos de lo que tenemos que responsabilizarnos, que no todo es culpa nuestra pero que si alguna de tus acciones ha sido destructiva para los demás es tu deber hacerte cargo dentro de tus posibilidades. No puedes cargarte el peso del mundo en tus hombros, pero tampoco dejar a un lado las cosas que hayan sido tu culpa. Y por muy buena que parezca una persona, nunca sabemos si lleva alguna maleta bajo el brazo que nos haga cambiar nuestra percepción sobre ella. Otra de las cosas que se ve muy clara a lo largo de la historia.
He de decir que me ha encantado. Es algo que ya podía imaginarme, desde que leí Seré Frágil caí rendida a los pies de Bea, pero claro, nunca se sabe. Hay autores que me han enamorado con su debut, que han seguido publicando y han resultado en una enorme decepción (Adam Silvera, te estoy mirando a ti). Así que tampoco diré que las tenía todas conmigo. Pero hostia, esta vez... esta vez el optimismo ha resultado vencedor. Porque no solo la historia es buena, es que además se nota una evolución más que notable en la forma de escribir de la autora. No digo que antes no me gustara, porque sería mentir, pero ahora tiene un estilo más definido. Incluso si lo comparo con Aunque Llueva Fuego, del cual llevo unas pocas páginas leídas, puedo notar un estilo particular que hace que digas "si, hostia, este es un libro de Beatriz Esteban, no hay duda", y lograr algo así no es nada sencillo. Creo que en ese aspecto aún quedan cosas por pulir, pero hablo totalmente en serio cuando digo que Beatriz va a ser una escritora importante en nuestro país, lo digo de todo corazón.
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